Vida Comunitaria

Importancia

Seamos sinceros, tanto si se trata de la propia familia como si no, vivir con gente es difícil. Vivir en una comunidad donde las personalidades y los orígenes son tan diversos como los colores de una caja de lápices de colores puede ser aún más difícil. San Juan Berchmans dijo una vez que la vida en comunidad era su mayor penitencia («Mea maxima poenitentia vita communis».) La vida en comunidad puede ser difícil, pero también es uno de los mayores apoyos de los religiosos. Un hombre junto a otro crece en valor y fuerza; su miedo desaparece, y escapa de cualquier trampa. Así, la belleza y la riqueza de la vida fraterna en común son mucho mayores que las dificultades que entraña. Como dice el Salmo (133, 1): «¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos vivan unidos!».

La unidad es el secreto de la vida comunitaria; no la unidad física, sino la unidad en Cristo. A través de la comunión fraterna enraizada y basada en la caridad, los miembros se convierten en ejemplos de reconciliación universal en Cristo.

Esencia

En nuestras comunidades tratamos de vivir la esencia del Reino que Jesucristo vino a inaugurar aquí en la tierra:

El reino de Dios es... justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

Nuestras comunidades serán auténticas sólo si cada miembro se esfuerza por alcanzar la santidad, es decir, sólo si cada uno vive en docilidad al Espíritu Santo. Viviendo bajo esta docilidad, como fue evidente en la vida de nuestra Santísima Madre, nuestras comunidades se convertirán en comunidades de auténtica justicia, paz y alegría. Sin embargo, cuando la santidad no existe, no hay ley ni superior que pueda impedir la desintegración. Como decía San Pío X: «Donde falta la santidad, allí se abre paso inevitablemente la corrupción» (Haerent Animo, 5).

Justicia

La justicia debe ser lo primero que nuestras comunidades se esfuercen por vivir, porque una vida en común de muchos individuos debe ser ordenada. La justicia, pues, es el fundamento de la verdadera vida en común, porque da a cada uno lo que le corresponde: latría a Dios, veneración y obediencia a los superiores, respeto a los iguales, servicio a los inferiores y a todos, en su medida, caridad. «La justicia ordena todas las cosas humanas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, según la voluntad y la ley de Dios, para que el hombre no sea deformado por el pecado, sino modelado a imagen de Dios» (San Juan Pablo II).

Alegría

Si por algo debe caracterizarse un religioso del IVE es por la alegría. La alegría es el gigantesco secreto del cristiano y para nosotros un componente esencial de nuestra espiritualidad, de modo que también ella debe resplandecer en nuestras comunidades. Nuestra alegría no debe ser una tontería o una necedad, como si viniera de este mundo, sino que debe ser sobrenatural, de otro mundo. Nuestra alegría debe brotar, en definitiva, de creer que Dios es (Ex 3,14), que Cristo es (Ánimo, soy yo. ); que la verdad prevalece sobre la mentira, el bien sobre el mal, la belleza sobre la fealdad, el amor sobre el odio, la paz sobre la guerra, la misericordia sobre la venganza, la vida sobre la muerte, la gracia sobre el pecado… en definitiva, el ser sobre la nada, la Virgen sobre Satanás, Cristo sobre el Anticristo, Dios sobre todo. ¿Por qué todas estas cosas? Porque están entregadas enteramente a Dios y como dice Santa Teresa de los Andes, «Dios es alegría infinita».

Es en esta alegría que nos esforzamos por la caridad fraterna, buscando «superarnos unos a otros en mostrar honor», soportando las debilidades de los demás, muriendo a sí mismos por amor al prójimo y viviendo siempre en el temor y el amor de Dios. Al observar nuestra vida, uno debería decir: «Mirad cómo se aman y están dispuestos a morir unos por otros» (Tertuliano, Apologeticum). Sólo en una comunidad en la que se vive diariamente la cruz, sus miembros pueden vivir en la verdadera alegría.

Peace