El sacerdocio como misterio

Hay dos acepciones de la palabra «misterio»: una, común, se refiere meramente a lo desconocido, a lo oculto. Así decimos, por ejemplo, «película de misterio». Otra, en la revelación de Dios, para referirse a la plenitud de ser inabarcable por el hombre, aún después de revelado, como ser los misterios de la Santísima Trinidad, del Verbo Encarnado, de la Iglesia, de la Eucaristía, del Sacerdocio…

1. El sacerdocio es misterio sobrenatural

En primer lugar, porque como todo hombre el sacerdote es creado por Dios a su imagen y semejanza, nacido, bautizado y criado en una determinada familia, elegido, llamado… de ahí que:

«en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado».[1]

En segundo lugar, porque en el sacerdocio hay otra elección y otro llamado que se ha manifestado en otro sacramento: el Orden Sagrado. Aquí entramos en el sentido más profundo del

misterio sobrenatural.

Por el sacramento del Orden es hecho otro Cristo, identificándose, sacramentalmente, con Cristo Cabeza y Pastor. Podemos entonces parafrasear aquí al Concilio y decir: «en realidad, el misterio del sacerdote sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado». ¿Y quién puede comprender el misterio del Sacerdocio que dice relación al ser Infinito que es Dios? Supera la capacidad de todo entendimiento creado, aunque pudiésemos sumarlos todos juntos.

A pesar de que en nuestras días todo se mezcla y está patas para arriba (baste pensar en que hay hombres que quieren ser mujeres, mujeres que quieren ser hombres, jóvenes que quieren ser viejos, viejos que quieren ser jóvenes, ovejas que quieren ser pastor, pastores que quieren ser ovejas -aunque nunca se haya visto entre los animales que la oveja le silbe al pastor-) sigue siendo verdad que en el Cuerpo Místico de Cristo, todos los pastores somos ovejas respecto al Jefe de los pastores, que es Cristo, único Pastor de la Iglesia.[2]

2. El sacerdote es misterio sobrenatural porque: «es el ministro de las acciones salvíficas esenciales»[3]

Y un aspecto importante de las acciones salvíficas esenciales es ser «el hombre de la comunión».[4]

El concepto de comunión fue puesto de relieve por el Concilio Vaticano II y es muy adecuado para expresar el núcleo profundo del misterio de la Iglesia. Así como se ha dado una insuficiente comprensión de la Iglesia como misterio de comunión, así también se da una mala interpretación del sacerdote como «hombre de la comunión». ¿Por qué? Por no integrar el concepto de ‘comunión’ con los de ‘Pueblo de Dios’ (si es pueblo debe tener jefes) y de ‘Cuerpo de Cristo’ (si es cuerpo alguien debe ser cabeza y alguien cuerpo); y por olvidarse que si bien es «hombre de la comunión» es también hombre del sacramento de salvación.

3. El sacerdote es el «hombre de la comunión», o sea, de la unión personal con la Santísima Trinidad y con los demás hombres

La comunión implica siempre una doble dimensión:[5]

  • Vertical: con Dios; y
  • Horizontal: con los hombres.

Además, es al mismo tiempo invisible y visible:[6]

  • Invisible: es comunión con el Padre por Cristo en el Espíritu Santo y con los demás hombres partícipes de la naturaleza divina, de la pasión de Cristo, de la misma fe, del mismo Espíritu.
  • Visible: comunión en la doctrina de los Apóstoles, en los sacramentos, en el orden jerárquico.

Entre esta doble dimensión hay una íntima relación constitutiva de la Iglesia como sacramento y del sacerdote como ministro de las acciones salvíficas esenciales. La Encarnación es fuente y fuerza creadora de comunión entre los miembros de la Iglesia que une a cada uno con el mismo Cristo.

Queridos hermanos y hermanas:

Estos neo-sacerdotes han recibido poderes tremendos sobre el Cuerpo de Cristo: sobre su Cuerpo físico, el poder de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor; sobre su Cuerpo místico, el poder de perdonar los pecados.

También el sacerdocio es un misterio para ellos pues además desconocen aquí y ahora cual será el perfil sacerdotal que el Señor eligió para ellos y que les manifestará en el futuro. Todavía deben seguir preparándose adecuadamente para saber si Dios quiere que lleguen a ser sacerdotes ocupados en la atención de los pobres, o grandes predicadores populares, o incansables confesores, o dedicados a la pastoral de la inteligencia, o buenos gobernantes…

Todo esto y a cada uno de ellos ponemos en manos de la Santísima Virgen María, Madre y Reina de los sacerdotes.


[1] CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 22.

[2] Cfr. SAN AGUSTÍN, Obras Completas, Madrid 1981, t. VII, 664.

[3] CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 7.

[4] JUAN PABLO II, Exhortación apostólica post-sinodal «Pastores Dabo Vobis» (25 de marzo de 1992) 18; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 30.

[5] Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión, 3.

[6] Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión, 4.

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